Sin embargo, cuando los retos a los que tiene enfrentarse el cuerpo superan su capacidad de autorregulación y ya no podemos recuperarnos por nuestros propios medios, somos terreno abonado para las enfermedades y se requiere ayuda externa para volver a la homeostasis.
Pero este proceso puede ser complicado debido a diversos factores, como el tiempo que hace que hemos perdido el equilibrio, la profundidad del desequilibrio o la forma en la que las actividades de la vida diaria favorecen su agravamiento. Y el problema, como una bola de nieve, puede ir creciendo a medida que el cuerpo adopta posturas o movimientos compensatorios para intentar escapar del dolor o para seguir realizando aquellas tareas que cada vez resultan más complicadas.